
En la obra poética de Roberto Montesinos las palabras hacen un recorrido por los remotos parajes de una ciudad signada por ausencias y melancolías. Pero, este poeta no huye de esas calles desoladas, se interna en el alma de la misma desolación, se hace parte de aquello que lo marca y lo atrae con telúrico y misterioso magnetismo. Lo mismo le sucede con el paisaje poblado de cujíes, tunas, cardonales y cerros de cal, que resplandecen como espejos desde las lejanías.
Roberto Montesinos (El Tocuyo, Edo, Lara, 1888-1956). Poeta, prosista, traductor. Profesor de Castellano, Literatura, latín, francés, Mineralogía e Historia. Fundador de “El Tonel de Diógenes” y “La Quincena Literaria. Autor de los libros: Canción del trigo (1926); De “El yermo de los extravíos (1927); La lámpara Enigmática (1925); La ciudad de los lagos verdes (1929); Motivos y oraciones (1946); tristeza del sábado y otros poemas (1945).
EPIGRAFE
Como los sacerdotes de los cultos antiguos,
Adoradores de las penumbras sagradas,
En donde se confunden los contornos ambiguos
Y quedan en suspenso rumores y pisadas.
Yo, silenciosamente, en actitud hierática,
Obedeciendo a un misterioso deleite,
Vierto en vaso de arcilla mi espiritual aceite
Y enciendo suavemente mi lámpara enigmática,
Alumbrará en lo hondo, en lo profundo. El verso
Se alzará silencioso en loor al Universo…
Será el ritmo luz tenue que irradie el sentimiento
Y, en el recinto sacro de mi hermético templo,
Yo seré, en la observancia de mi ritual, ejemplo
Vivo y fiel de egoísmos y de renunciamiento
APUNTE
Agregando a la quieta soledad provinciana
Unas líneas precisas de amable ambigüedad,
Levanta esta casona su austera ancianidad,
Toda descalabrada, como una ruina humana.
Gravemente inclinados se sostienen sus muros
Y se caen las cornisas que el tiempo ha dentellado
Y, por sobre la angustia del portalón arqueado,
Se hunden sus tejados arruinados y oscuros.
Sus ventanas (¡Oh, cifras que dicen tantas cosas,
Sutiles como encajes, fragantes como rosas!)
Sus ventanas mohosas se entrejuntan discretas…
Y se piensa, al mirarlas, que así las ha dejado
La dulce niña ingenua para que el bienamado
Le diga sus promesas nocturnas y secretas.
RECIAS MESETAS
(Paisaje tocuyano)
Recias mesetas amarillas
donde enredan las campanillas
y los buches dan sus rubíes;
entre sus ásperos piedreros
crecen, bravíos, los cabreros
y se retuercen los cujíes.
Cerros de cal, ocre y carbón
enervados de insolación
en el calor meridional;
rocas y rocas y tunales
cardonales y cardonales
y el cacicazgo del turpial.
Alma de sílex de mi tierra
arco y flecha para la guerra,
coa laboriosa de la paz;
grito que evoca la conquista;
raza sumisa pero lista
para formar un solo haz.
Raza nacida de la roca,
negra mirada, sesga boca,
corva nariz de gavilán;
duros músculos de macana
que esperan el día de mañana
con la esperanza de un afán!
Tiene el oído a las mil voces
ligadas, confusas, veloces
que el viento le dice al pasar…
Oh, las voces
las voces,
las voces…
-Quién las pudiera interpretar…!