jueves, 19 de noviembre de 2009

ENRIQUETA ARVELO LARRIVA

“Inquieta y sumisa, me quedé en mi voz”
La voz puede irse y no volver entre los remolinos del tiempo. Pero, en algún lugar del alma, la voz se hace palabra y se queda para siempre en las páginas de la memoria. Esa palabra se vuelve viento, árbol, río, tierra, en labios de la poesía y los sueños. Una mujer camina por “el ámbito soleado y ciego” del pueblo de Barinitas. Por allí va la maestra hacia el encuentro con los niños de aquella remota escuela. Lleva una libreta con notas, frases o algún verso extraviado entre páginas calladas. Camina desafiando las distancias y recordando alguna frase leída en las cartas de su hermano Alfredo, quien le escribe desde el exilio y el destierro. Esa mujer que escribió cruzada por vientos de olvidos y tomada por las tibias aguas de sus rìos es la autora venezolana Enriqueta Arvelo Larriva. Hoy abrimos las polvorientas cubiertas de su libro “Voz Aislada” y leemos sus textos escritos entre 1930 y 1939. Libro publicado por La Asociación de Escritores Venezolanos, Editorial Elite, 1939. El mismo contiene una carta enviada a Julián Padrón, la cual fue utilizada como prólogo del referido libro. En esta carta leemos pasajes autobiográficos fundamentales para un acercamiento a la vida y obra de esta autora. Allí cuenta que siendo una niña su abuela le dijo: “Tienes que hacerte interesante porque tus hermanas son las bonitas”. En los textos de Enriqueta se hace evidente la presencia del paisaje, pero no el paisaje que sólo se contempla o se describe, sino el paisaje que se siente y se hace vida en una escritura vital. “He ido hoy en el viento” nos dice, como si se hiciera invisible. Y así convertida en viento escribe: “Entré por las más finas rendijas”. Asimismo, cuando se sumerge en las aguas del río es como si entrara en sus propias aguas: /El río está tibio/ /como mi piel/. La poesía llega con sus encantos y su magia a esta mujer que escribe desde el lugar donde: “todas las voces se habían ido”. /Me llevaba el miedo/, pero sus miedos son también los del árbol, los del pàjaro y los miedos de todo lo que vive en sus palabras. En sus textos la palabra y el paisaje se hacen inseparables en la comunión de cantos y silencios, que habitan dentro y fuera de nuestras vidas. Hoy recordamos a Enriqueta del pueblo de Barinitas. Pueblo donde aún se escuchan sus palabras en el idioma de los vientos que pasan, por las extensas sabanas y llanuras de su voz.

Enriqueta Arvelo Larriva (Barinitas, Edo, Barinas, 1886 – Caracas, 1962). Publicó los libros: Voz Aislada (1939); El cristal nervioso (1941); Poemas de una pena (1942); Canto del recuento (1949); Mandato del canto (1957); Poemas perseverantes (1963).



DESTINO

Un oscuro impulso incendió mis bosques
¿Quién me dejó sobre las cenizas?

Andaba el viento sin encuentros.
Emergían ecos mudos no sembrados.

Partieron el cielo pájaros sin nidos.
El último polvo nubló la frontera.

Inquieta y sumisa, me quedé en mi voz.




CIELO

Cielo
liberta mis miradas,
sálvalas de visiones pequeñas.
Súbelas.
Paséalas por tu anchura.
Colma de tu sabia armonía
mi curiosa ignorancia.

Mas si estoy prendida de la tierra,
corta, cielo, mi afán de subir a alcanzarte.
Desgájate y baja.
Da a mi frente que se alborota de pensamientos
honda almohada de tu azul.




VIENEN RECUERDOS DE LA MAESTRA

Vienen recuerdos de la maestra.
Las manos de otoño
labraban en mi tierra viva.
Mi tierra.
Unidad en la fila de geranios,
público de la acacia.

Recuerdos de la maestra.
Gastosas las manos artistas.
Lástima.

Ahora en regazo de tierra,
yo misma me labro.
todas las mañanas.




RADIO, AYER

Poema de mi hermano
–claro, libre-
en clara y libre voz venezolana.
Y temblaba, cruzado de espías,
el pobre hombre del radio.

Mi mano pirateaba
en el botón del radio esclavo.
Barranquilla, Colombia, Certería.
Y te sentía venir, Manuel Rugeles,
con el vedado verso de mi hermano
en la vedada voz.
Invadías en la onda sin miedo
y triunfabas en el hombre que temblaba.

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