Por las calles del pueblo de Chivacoa un niño juega en el solar de los encantos, entre aromas de mangos y guayabas. Los pájaros cantan desde las ramas de árboles sembrados en tierras donde toda semilla germina. El niño mira hacia la montaña de Sorte y entre el tupido follaje alguien extiende sus brazo y mira al cielo como invocando ausentes presencias. El niño mira aquella figura femenina con asombro. Era la Diosa María Lionza, que con extraño ademán le señala una ruta, un camino. Desde ese día cruzó la quebrada de su pueblo y no regresó a su casa. Dicen que un ave se lo llevó por las nubes y en sus alas fue creciendo con una sonrisa que sólo la tienen los encantados o los poseídos por la alegría del buen humor. Suavemente el ave lo deja caer en El Paraíso de la ciudad de Caracas. Allí, vivió muchos años en una casa grande, con un patio lleno de árboles frutales, arbustos y flores, muchas flores. En esa casa, con su buen humor escribe poesía y prosa humorística con una gracia muy especial. Acostado en su cómodo chinchorro bebe los vinos del sueño y el descanso. Nos referimos al poeta humorístico José Parra, quien mira y escucha con atención las cosas que los seres humanos hacen todos los días, captando la gestualidad de la gente y escuchando lo que dicen, para después llevar sus atrevidas impresiones a sus versos con su delicado sentido del humor. Nunca cayó en la comicidad fácil y trivial. Su humorismo está unido a la sonrisa sana, hasta se moja de él mismo. Escribe con la sencillez que caracteriza el habla de la gente por las calles y casas de la cotidianidad. Su casa abría las puertas con entusiasmo y hospitalidad para que pasaran sus amigos de tertulias, copas de vino, lecturas compartidas y cantos improvisados acompañados de ritmos de mandolina y guitarra. Todavía se escuchan desde su chinchorro vacío y desde el rincón de sus libros, las palabras de sus amigos de canto y conversa: Pedro Sotillo, Rubenangel Hurtado y Elisio Jiménez Sierra. Hoy leeremos algunos poemas de sus Antología Publicada por Ediciones el perro y la rana, 2006. La cual abre sus primeras páginas con unas cálidas palabras de su ahijado el narrador y ensayista Gabriel Jiménez Emán.
José Parra (Chivacoa. Edo. Yaracuy, 1907; - La Victoria, Edo. Aragua, 1993). Publicó los libros: Velámenes (1943); Interludio (1946); De itinerarios habla el corazón (1954); Desde el signo inicial (1974); Media gruesa de amor (1971); María Lionza, mito yaracuyano, con dibujos de Carlos Cruz Diez (1954); Poesías (1968). Ha ganado numerosos premios y galardones.
RENDICIÓN
Cuando busqué tu flor sin suegra y sin suegro
y con tu dimensión de amor, sin hache,
no fue por tus guedejas de oro negro
ni menos por tus ojos de azabache.
Fue sí por la simbólica opulencia
que colgando miré de tu cintura
con esa parabólica estructura
que perturbó la paz de mi conciencia.
Por eso bajo rictus de mi pena
y rogándote siempre que no salgas,
ya mi azul poesía sólo ordena
que en éxtasis me rinda ante tus nalgas.
BESOS
Los besos de Venezuela
no son los mismos de España
aquí por frivolidad
se dan llenitos de maña.
Se pega boca con boca
que es lo que vale en el beso,
luego se van apartando
y después del beso el queso.
No se dan besos con dedos
porque esos son de niñitos:
se dan largos, fieros y hondos
ardientes y chupaditos.
PETICIÓN DE MANO
El objeto cordial de mi visita
y en el que espero no haya inconveniente,
es pedirle la mano de Julita
con quien siempre me estoy pelando el diente.
Y el viejo presentó al peticionario
este razonamiento extraordinario:
Yo no puedo
entregarle en esa forma
la mano que brega noche y día,
pero puedo ceder bajo otra norma
pues sé muy bien que lo que usted ansía
no es la parte visible que me informa
sino otra parte de su anatomía.
DESENCANTO
Era tan poco suave y nada bella
con sus ojos sin pizca de centella
y sus sueños y piernas tan de trapo,
que en el perfume de la noche aquella
a la hora en que él clamaba por doncella
la vio en pelota…y se le enfrió el guarapo.